¿Qué aprendimos de la covid? El auge negacionista amenaza la salud pública cinco años después
La pandemia dio lugar a múltiples crisis que pusieron a prueba los sistemas de salud, las estructuras democráticas y la confianza ciudadana en la ciencia. ¿Se ha avanzado lo suficiente desde entonces?

Madrid--Actualizado a
Ha pasado un lustro desde que el mundo se vio sacudido por la pandemia de covid-19, una crisis sin precedentes cercanos que puso a prueba los sistemas de salud, las estructuras democráticas y la confianza ciudadana en la ciencia. Cuesta creer que toda España y parte del mundo entero viviera aquellos meses de confinamiento. Lejos quedan los aplausos en honor a todas aquellas personas que estaban poniendo el cuerpo para cuidar a los más necesitados o abastecer de suministros a la ciudadanía. Algo se ha avanzado desde entonces, pero ¿acaso lo suficiente? ¿Cómo serán las próximas pandemias en un contexto global marcado por la polarización y la desinformación?
"La pandemia ha sido la mejor reivindicación en muchos años de la necesidad, de la utilidad y del estado de salud, si se me permite la analogía, tanto de la política como de nuestras instituciones. Y ha resultado, me parece a mí, no ser tan malo como algunos decían. Se actuó (es lo mínimo que se puede decir) con decencia", escribe el exministro de Sanidad, Salvador Illa, en su libro El año de la pandemia. Del estado de alarma al inicio de la vacunación. "Vimos la diferencia entre tener una sanidad pública, universal y gratuita y no tenerla, como ocurría en otros países. Y nos dimos cuenta de la necesidad de cuidar a los que nos cuidan, de dotarla, tras una década de disminución de recursos, de los medios necesarios", continúa.
Durante las cinco primeras olas, España registró cerca de cinco millones de casos confirmados, con 431.891 hospitalizaciones, 41.138 ingresos en Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs) y 87.080 fallecimientos, según la Evaluación del desempeño del Sistema Nacional de Salud español frente a la pandemia de covid-19, publicado en 2023. Estas cifras, aun así, subestiman la magnitud real de la crisis debido a las evidentes limitaciones en la detección de casos y los cambios en los sistemas de vigilancia epidemiológica. De hecho, según el Estudio Nacional de sero-Epidemiología, se estima que para noviembre de 2020, aproximadamente el 9,9% de la población española (4,7 millones de personas) ya había estado expuesta al virus.
Pilar Aparicio, quien fuera Directora General de Salud Pública con Illa, también destaca cómo la crisis evidenció tanto la fortaleza como las debilidades de nuestra sanidad pública. "La universalidad y la financiación pública garantizaron que la respuesta sanitaria llegara a todos, pero también quedó claro que necesitamos una mayor integración entre la atención primaria, hospitalaria y la salud pública", explica en una conversación con Público. Cierto es que la doctora reconoce positivamente algunos cambios, como una mayor coordinación a nivel europeo y el fortalecimiento de agencias sanitarias, pero, como advierte, "siguen sin resolverse cuestiones clave como la dotación presupuestaria suficiente y la mejora de las infraestructuras para atender futuras crisis".
Uno de los principales problemas detectados fue la falta de preparación previa. En enero de 2020, España carecía de reservas de material esencial para responder a un problema sanitario de esta magnitud. La pandemia evidenció la debilidad de los sistemas de información y alerta temprana, así como la insuficiencia de recursos diagnósticos. Además, el marco legal disponible no proporcionaba una base sólida para afrontar una emergencia de esta envergadura, lo que generó todavía más incertidumbre y mayores dificultades en la toma de decisiones.
Otro factor crítico, como adelantaba Aparicio, fue la falta de coordinación entre los diferentes niveles de atención sanitaria. La distancia entre la salud pública y los niveles asistenciales, junto con deficiencias en los sistemas de vigilancia epidemiológica, dificultaron que la respuesta inicial fuera rápida. También se puso en evidencia la precariedad del personal sanitario, con plantillas insuficientes para hacer frente a la crisis. En el ámbito sociosanitario, la ausencia de directrices previas en las residencias de mayores provocó un impacto devastador para este grupo extremadamente vulnerable. Siendo Madrid la región europea con mayor número de muertes en estos centros. La aplicación de protocolos formales e informales que restringió de facto su derecho a recibir asistencia médica disparó de una manera sangrante la mortalidad en este grupo de población.
Pero el impacto no solo se reflejó en la salud, sino también en la economía. El Producto Interior Bruto (PIB) cayó a niveles similares a los de 2016, evidenciando una recesión económica que solo pudo mitigarse gracias a "las políticas sociales implementadas" por el Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos. Y es que la covid-19 puso contra las cuerdas a las democracias del mundo entero. En un primer momento, la ciudadanía acató las medidas con disciplina y confianza, lo que permitió un confinamiento eficaz. El hecho de que las restricciones se sostuvieran en el tiempo, sin embargo, dio lugar a una aceleración en la propagación de discursos negacionistas y anti-científicos que erosionaron la confianza en las instituciones.
En este sentido, Agnès Delage, catedrática de la Universidad de Aix Marseille especializada en políticas ambientales, alerta sobre el debilitamiento de los modelos democráticos en los últimos cinco años: "El informe de 2024 del Instituto Varieties of Democracy señala un retroceso global en cuanto a libertades civiles e independencia judicial. El director, S. Lindberg incluso declaró que 'la situación de la democracia en el mundo está peor que en los años 1930'. En Europa, incluso democracias consolidadas como Austria, Países Bajos o Portugal han mostrado signos de recesión democrática". Un retroceso que se ha materializado en el ámbito científico en forma de desconfianza y discursos negacionistas: "Las teorías conspirativas han calado especialmente entre los jóvenes, lo que podría dificultar futuras campañas de salud pública, como la vacunación", advierte Delage.
Uno de los logros más plausibles tras la pandemia ha sido la consolidación de mecanismos de respuesta rápida a nivel europeo, con el fortalecimiento de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). La experiencia con el desarrollo acelerado de vacunas, además, ha dejado estructuras que podrían reutilizarse en futuras crisis. Sin embargo, no todos los aprendizajes se han traducido en mejoras verdaderamente sostenibles, dado que "seguimos siendo vulnerables en otros aspectos esenciales, como la inversión en salud pública y prevención", advierte Aparicio.
El auge de la desinformación, entre tanto, tampoco ha puesto las cosas nada fáciles. Una de las estrategias más efectivas para contrarrestarlo, según las especialistas, ha sido la comunicación transparente y basada en evidencias. De ahí que "la información clara y veraz es la mejor herramienta. Contar con voces de científicos creíbles" fue "clave para la aceptación de las vacunas", recuerda Aparicio. Para Delage, la solución a la preponderancia de teorías conspiratorias pasa por una gobernanza participativa: "El Parlamento Europeo recomienda integrar la ciencia y la ciudadanía en la toma de decisiones. En España, la Asamblea Ciudadana del Clima de 2022 fue un ejemplo de cómo se pueden democratizar las políticas basadas en evidencia". Pues la pandemia demostró que la respuesta unificada y coordinada salva vidas, insisten ambas.
La polarización actual podría, no obstante, llegar a comprometer futuras respuestas. "Países donde los discursos negacionistas tuvieron influencia, como EEUU y Reino Unido en los primeros meses de la crisis, sufrieron tasas de mortalidad más altas debido a la desinformación", explica Delage. Esta polarización no solo afecta a la salud pública, sino también a otras crisis globales. "El cambio climático requiere una acción coordinada similar a la de la pandemia, pero la falta de consensos políticos dificulta la aprobación de medidas eficaces", señala la también miembro de la agrupación Rebelión Científica.
Unas dudas que se alimentan bajo el contexto de escalada bélica. "El desvío de recursos hacia Defensa podría comprometer la preparación ante futuras pandemias", lamenta Aparicio, quien también opina, con todo, que los territorios invadidos y masacrados como Ucrania o Gaza "tienen derecho a encontrar formas de sobrevivir". Delage, por su parte, pone de relieve la necesidad de reforzar la cooperación internacional: "Las crisis globales no se resuelven con respuestas nacionales aisladas. Europa debe liderar la integración de políticas basadas en ciencia y justicia social".
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